martes, 28 de mayo de 2013

Nuestro Ángel Chilango. (parte 1)

Esta victoria alada es un símbolo muy importante no solo para los habitantes del DeFectuoso sino para todos los mexicanos, y los habitantes de las Colonias Juárez y Cuauhtémoc tenemos el orgullo de tenerla en nuestro barrio.
 “El Ángel”, como coloquialmente le llamamos es a mi parecer la imagen icónica de la Ciudad de México, porque representa no solo la victoria de nuestro pueblo por la independencia, sino la aspiración de construir una sociedad mejor. ¿Quién no sueña en volar, en ascender, ir más allá de dónde está? Para mí eso es El Ángel, el recordar a los que lucharon por un ideal colectivo pero a la vez, el símbolo de un pueblo que está en continua construcción hacia un estadio mejor.
Su historia es más larga de lo que pensamos, pues la idea de construir el monumento a la Independencia Nacional tuvo varios intentos. El primero fue inmediatamente después de su consumación por Iturbide en 1821, pero como paso varias veces, la coyuntura política, económica y social no permitió materializar el proyecto.
En 1843 con el Gral. Antonio López de Santa Anna como presidente, se convocó a un concurso para elegir el mejor proyecto artístico el cual se asentaría en la Plaza Mayor de la capital, el ganador fue el arquitecto de la Academia de San Carlos Lorenzo de la Hidalga (una de sus más grandes obras es la iglesia de Santa Teresa la Antigua, hoy centro Cultura Ex Teresa en la calle de de Lic. Primo de Verdad cerca del Templo Mayor) con un proyecto de una columna rematada por una victoria alada y tres grupos escultóricos en su base, uno sobre el inicio de la independencia con Hidalgo, otro sobre la consumación con Iturbide, y el tercero sobre la defensa contra el intento de reconquista española de 1829 con el mismo Santa Anna como héroe.
Precisamente el 16 de septiembre de ese 1843 se puso la primera piedra al monumento, pero nuevamente por problemas políticos, pero sobre todo económicos se suspendió la obra, al llevar solamente un metro y medio del “zócalo” es decir la cimentación, el cual se quedó abandonado por varias décadas, razón por la cual la gente de la ciudad empezó a llamar a la Plaza Mayor como “El Zócalo”, en lugar de Plaza de la Constitución como se le había nombrado tras la jura de la Constitución de Cádiz de 1812.
Tras la derrota en la invasión yankee de 1846-1848 y la imposición del imperio de los Habsburgo por Francia, Maximiliano (irónicamente) convoca el 16 de septiembre de 1865 a un nuevo concurso para erigir el monumento a la independencia, el cual lo ganó Ramón Rodríguez Arangoity, y fue la emperatriz Carlota quién colocó la primera piedra, pero obviamente el proyecto no paso de eso debido a la situación de resistencia y posterior triunfo de la República en 1867.
Al restaurarse la República liberal, y dado que el Estado estaba quebrado por la guerra, no se avanzo en el proyecto de la columna, pero sí en arreglar y engalanar lo que durante el Segundo imperio se llamó “El Paseo de la Emperatriz” renombrándolo como “Paseo de Degollado” por el héroe de la guerra de Reforma Santos Degollado, afortunadamente en el gobierno de Porfirio Díaz se le cambia el nombre por el de Paseo de la Reforma como aun permanece.
Para 1886, a veinticuatro años de la celebración del centenario, se convoca a un concurso internacional para construir un monumento a la independencia, pero ahora en una de las glorietas del Paseo de la Reforma, el cual ganó la firma estadounidense Cluzz and Shultze de Washington, D.C. En enero de 1887 el gobierno resuelve posponerlo, por lo que esta empresa vende al gobierno sus derechos, retirándose de la construcción.
Entre 1889 y 1902 se llevó a cabo la primera etapa de ornamentación del Paseo de la Reforma, en la que se colocan 36 estatuas de héroes patrios donadas por 17 Estados de la Federación en cada acera del Paseo, las cuales están intercaladas por jarrones de bronce del escultor Gabriel Guerra, además en ese periodo se empiezan a urbanizar los terrenos adyacentes de esta avenida, siendo la Colonia Americana, llamada Juárez en 1906, la más beneficiada de esta nueva etapa de paz y desarrollo en la Ciudad de México.
En 1891 la entonces Secretaria de Comunicaciones y Obras Públicas a cargo del Gral. Francisco Z. Mena se encarga de la obra integral del Paseo ya considerando la obra cumbre de la Columna de la Independencia en la glorieta que desembocaba de la calle de Florencia de la colonia americana, pero es hasta 1900 que se nombra al arquitecto mexicano Antonio Rivas Mercado como encargado del proyecto, mismo que designa al escultor italiano Enrique Alciati para la realización de las esculturas y bajorrelieves, y al ingeniero Roberto Gayol como responsable de la obra civil.
El proyecto contempla una columna honoraria rematada con una estatua de la Victoria Alada sosteniendo una corona de laurel y una cadena rota de tres eslabones, esta columna a su vez sobre un pedestal escalonado completado por diferentes estatuas e inscripciones alegóricas a la independencia de México.
Las obras de cimentación iniciaron el día 2 de enero de 1902, el Gral. Díaz colocó la primera piedra así como una capsula del tiempo, (cofre dorado con una reproducción del acta de independencia y una serie de monedas de cuño corriente de la época). Pero en mayo de 1906, cuando ya se habían construido las bases de hormigón y se habían colocado unas 2.400 piedras con una altura de 25 mts. fue notorio el hundimiento de uno los lados del monumento, por lo que se determinó que los cimientos del monumento estaban mal planeados, y se decidió demoler lo ya construido.
Los trabajos se reiniciaron el 13 de junio de 1907, se aprovecho la demolición para hacer los estudios de suelo necesarios para calcular y construir los nuevos cimientos. Para esto se usó el método de pilotes de hormigón con punta, que se hincaron con un martinete de vapor que enterraba los pilotes con un émbolo de una tonelada de peso, siendo una de las primeras obras en la ciudad con este tipo de cimentación, ya que hasta entonces se usaban pilotes de madera que no alcanzaban mucha profundidad.
 


A diferencia del monumento del Bicentenario, el del Centenario se entregó en tiempo y forma para que el 16 de septiembre de 1910 el presidente Porfirio Díaz llevara a cabo la inauguración oficial como el acto principal de las fiestas de los 100 años del inicio de la guerra de independencia, con un costo para la época de 2.150.000,00 pesos.

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